“La realidad no sería solamente lo que ella es, aquello que ella revela en la verdad, sino que también sería su doble, su sombra, su imagen.”
Emmanuel Lévinas
Acceder a esta casa es atravesar micro colinas de césped, muros de piedra, paños de vidrio velados por una armadura traslúcida.
La vivienda se compone de varios elementos del paisaje. Aquel que nos recibe al llegar al sitio donde se eligió construir, un cerro; y el paisaje que ha sido intervenido por el hombre. Hay articulación de volúmenes orgánicos y geometrizantes. Hay un tronco-eje y hay sombra y hay ramas y hay cielo. Hay muros que se erigen desde ese tronco-eje como aspas de un gran molino de viento.
Sombra y viento. Lo necesario para habitar esa villa veraniega donde esta casa fue construida.
La sombra es esa parte del entorno que se siente en el cuerpo, se percibe, pero escapa lo tangible, huye de nuestra intención, entonces la construimos, entonces la creamos. Porque sin ella este territorio se vuelve un poco más hostil. Ella es cuidado y resguardo. El oscurecimiento a veces devela otras formas que la luz oculta. La sombra es también un reflejo, por ausencia.
Los volúmenes que se desprenden del eje albergan las áreas privadas donde se descansa, se reflexiona. En el centro de la casa, bajo las ramas que se extienden desde ese gran árbol se comparte en áreas sociales a la sombra de una catenaria.
Y hay agua, agua que acaricia el espacio que se habita.
“La realidad no sería solamente lo que ella es, aquello que ella revela en la verdad, sino que también sería su doble, su sombra, su imagen.”
Emmanuel Lévinas